Lo primero que se ve al llegar a Aracataca, luego de una hora de viaje desde Santa Marta, son las mariposas amarillas. Quien ha leído al Nobel, siempre las recuerda, pero tiene la impresión de que son una construcción poética y de que solo existen en las páginas que describen el cálido paisaje macondiano. Sin embargo, al visitar ese pueblo del Magdalena que lo vio nacer, se comprueba que el escritor creció en medio de esos hermosos insectos que revolotean rápidos y vivaces entre las flores. Entonces, uno siente que ya no está en este mundo, sino en uno donde el orden de las cosas lo rige el realismo mágico.
En esas tierras nacieron Palmaceite S.A. y Aceites S.A., empresas que hoy son miembros de la Plataforma de Comercio Sostenible, que extraen de la palma el aceite que mueve el mundo y que han comprobado que la magia de esta región también se encuentra en su gente, que trabaja diariamente en proyectos innovadores, pensados para proteger el medio ambiente, para garantizar buenas condiciones de vida para los empleados y para asegurar la productividad económica.
Contra la escasez de agua
El fenómeno del niño es una amenaza tenebrosa para las plantaciones de palma de aceite. Las palmas son sedientas y requieren, a diario, varios litros de agua para sobrevivir y mantenerse sanas. Una palma puede alcanzar los 40 años, pero esto depende de que reciba la hidratación suficiente.
Usualmente, estos cultivos suelen regarse por medio de un sistema de inundación, que consiste en sumergir las raíces y la parte inferior de los troncos bajo el agua. Es un método que garantiza que las palmas satisfagan la sed sin incurrir en gastos excesivos; sin embargo, de esta manera se utiliza más agua de la que se necesita y, en tiempos de seguía, por lo general no hay suficiente.
Por esta razón, las personas detrás de las empresas mencionadas anteriormente trabajan para encontrar alternativas a este problema y en este proceso han empezado a emplear un sistema de aspersión creado por ellas mismas, que no gasta tanta agua, que evita que se evapore (ya que no permanece durante horas a pleno rayo de sol) y que le ofrece a la planta exactamente lo que necesita (ni más ni menos). Esta posibilidad es más costosa, pero es tan efectiva y precisa que se puede reducir el uso de fertilizantes y disminuir el estrés de la planta por exceso de agua; de esta manera, los gastos se compensan con lo que se puede ahorrar.
La magia de las energías renovables
Al recorrer estas plantaciones de palma fue evidente que el esfuerzo de estas empresas por contrarrestar la reducción de la oferta hídrica no es el único aporte que hacen en pro del medio ambiente. “Hace un tiempo compramos un predio que quedaba cerca de nuestras plantaciones para asegurarnos de darle un buen uso a esas tierras –cuenta Bernardo Sánchez, gerente general de Aceites S.A.–. Sin embargo, solo 20 hectáreas tenían las condiciones para plantar palma y no daban lo suficiente para pagar la motobomba que se utilizaba para el riego. Cuando pensábamos dejar de utilizar esos suelos, nuestro agrónomo diseñó un proyecto que funciona con paneles solares, nos ahorra costos y evita el daño al medio ambiente–.
Los paneles solares permiten hacer un riego continuo y preciso todo el día, así que este sistema ha mejorado la productividad. La inversión en los paneles solares, que tienen una vida útil de más de tres décadas, regresa después de cinco años, y de ahí en adelante todo es ganancia.
De la mano de estas innovaciones van los procesos de formación a los trabajadores, la inclusión de mano de obra femenina y la adecuada remuneración a los empleados –quienes además reciben subsidios de alimentación–. Al recorrer las tierras de Aureliano Buendía fue posible comprobar que el realismo mágico definitivamente se pasea por ahí e impulsa a la gente a hacer posible lo imposible, para así garantizar la sostenibilidad de las plantaciones de palma y asegurar un futuro próspero para la región.